Como todos los años, la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer sirvió para escuchar toda clase de discursos políticos sobre la importancia de atender este tema y las cosas pendientes por hacer.
Las campañas contra la violencia hacia la mujer han sido escasas e insuficientes y los programas de apoyo a mujeres maltratadas son muy limitados.
Por esto, desde la mujer de clase alta que oculta el maltrato de que es objeto por temor al qué dirán, hasta la mujer humilde, la mujer campesina que fue educada para soportar sin quejarse la “cruz que le tocó cargar” con el marido golpeador, aceptan calladamente el acoso sexual, golpes, humillaciones, vejaciones y trata.
La violencia de que es objeto la mujer no se terminará por decreto ni mucho menos con promesas y discursos.
Requiere de programas y apoyos de fácil acceso y que puedan llegar a todos los rincones del país.
Requiere de leyes prácticas y aplicables que castiguen a quienes abusan de las mujeres y las agreden.
Requiere de cambios de fondo en la educación, con el fin de que las niñas rompan con el paradigma de “ser mujer = te aguantas”.
Pero mientras los políticos reaccionan (y ya vimos que son lentos) se requiere que como sociedad brindemos ayuda a toda mujer que sea víctima de la violencia.
Y esta ayuda es para hoy.
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